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74. El concierto de la vida

Era marzo del 2020, pocos días antes de que iniciara la pandemia, y asistí a un hermoso concierto en homenaje a Cerati, con los dos miembros de Soda Stereo y la participación de Benito Cerati.

Fue una noche mágica, llena de música maravillosa, luz, color y buena compañía.

En medio de la euforia, reparé en la pareja que estaba inmediatamente adelante mío. Discutían acaloradamente y hasta me pareció ver a la chica llorando.

Seguramente en otro momento de mi vida no me hubiera dado cuenta de la magnitud de lo que sucedía, pero habiendo salido hacía pocos años de una relación dañina, mi sensibilidad estaba a flor de piel y vi en ellos el reflejo de dos personas que lo único que hacen es odiarse porque ya no tienen nada en común, una pareja que ya no es feliz, que camina junta por costumbre o por miedo de tomar rumbos diferentes, y tuve mucha pena por ellos aunque no los conociera.

La voz en mi interior, que había permanecido callada durante muchos años soportando situaciones insostenibles, clamaba por salir y gritarle al remedo de hombre aquel, déjala en paz, ya fue suficiente, si no la quieres, déjala, pero déjala bien, no la humilles, no le digas cosas hirientes, no la minimices, no la trates como si fuera de tu propiedad, no la hagas sufrir; y a ella quería suplicarle sal corriendo, no vuelvas a tener contacto con ese hombre, nada es peor que andar mendigando amor, tú eres suficiente, no lo necesitas, eso es lo que él te ha hecho creer todo este tiempo, pero es al revés, quítale el poder que tiene sobre ti y si tienes hijos, protégelos de él.

Pero me contuve porque nada tenía yo que hacer en esa melodía, cuya partitura les pertenecía a esas dos personas de quienes yo nada sabía.

Mi concierto hacía mucho había desafinado, las cuerdas desgarradas con cada palabra hiriente, las teclas negras y blancas lanzadas al aire como naipes con cada mentira, los arcos y clavijas destrozados con cada delito, las campanas abatidas con cada palabra escrita con odio, los arcos deprimidos con cada injusticia…

Sin embargo, hoy en día las sonatas y sinfonías, los acordes y armonías que me inundan han logrado regenerar guitarras, pianos, violines, oboes, clarinetes, trompetas ¡y hasta los violoncellos! que danzan en constante efervescencia con espléndida satisfacción en el concierto de mi vida…

Imagen tomada de Google, la cual busqué adrede porque es la carátula de uno de los miles de LPs que tenía mi papá…

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