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83. Señales de humo

El fin de semana pasado, arreglando mi casa, encontré el diario que empecé a escribir el 3 de enero del 2017.

Lo que anoté en la primera página fue “Me regalaron esta libreta con la consigna / consejo de anotar mis penas y alegrías para repasarlas en el futuro a modo de palanca o enseñanza. Mi compañera de trabajo AP cree firmemente en ello y yo… a mí… me parece una excelente idea!”

Acto seguido, siempre en la primera página, escribí que en la misa de navidad (la única a la que asisto en el año) que había transcurrido hacía sólo unos días cerré los ojos y sólo agradecí porque no tenía nada que pedir. Estaba convencida de que mi vida era perfecta. Tenía a mis papás sanos y cerca de mí, salud, una familia nuclear que me amaba, un buen trabajo, amigos entrañables.

Y en la última línea anoté “2017, vamos con todo!” y lo adorné con un sticker de Snoopy

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Tan solo 18 días después llegó el huaico y arrasó con todas mis líneas…

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Una a una leí las 180 páginas de la libreta amarilla con portada de Woodstock y me parece increíble lo enriquecedor y aleccionador que puede resultar repasar muchos años después [y ya completamente curada] las sensaciones que habitaron alguna vez en mí…

Una de las cosas más interesantes que anoté fue un ejercicio para reconocer todas las señales que el universo me había ido enviando y que yo consciente o inconscientemente ignoré. Si hubiera prestado más atención, tal vez podría haber prevenido y evitado los maltratos que sufrí. Si hubiera sabido leer las señales, me hubiera percatado de la patología del difunto que siempre estuvo allí; al principio inactiva u oculta, pero al final abierta y descarada.

Las señales que recibí se hicieron humo; algunas veces atravesaron mi cuerpo y en otras ocasiones las esquivé con piruetas, como cuando, por ejemplo, el difunto aceleró el carro haciendo el ademán de atropellarme en la entrada de la casa porque dije o hice algo que no le gustó. Pero era tan hábil utilizando la luz de gas que antes de que yo pudiera siquiera analizar o reflexionar, ya me estaba pidiendo perdón y mimando, y diciendo que era una broma y que no me tomase las cosas tan seriamente. Y entonces, el razonamiento de “¿Qué persona en su sano juicio hace eso?! Nadie, sólo los psicópatas, sal de ahí!!” quedaba fumigado por bombas de amor que me aturdían y callaban el pensamiento lógico.

Esto sólo lo puedo ver hoy porque es muy fácil ser general después de la guerra. Cuando uno está en medio del combate, el humo ciega, confunde, irrita y puedes llegar a disparar a tus amigos o a ti mismo.

Pero, el tiempo pasa y las señales de humo se disipan….

En las últimas páginas de mi libreta amarilla de Woodstock nació este blog. Anoté las ideas de las entradas que he estado escribiendo a lo largo de casi 6 años y la escritura me salvó de mí misma, de los pensamientos catastróficos, de la culpa irracional por situaciones que estaban completamente fuera de mi control, del desamor y el desconsuelo, de todo lo gris que trajeron las señales de humo.

Y salió el sol para nunca más ocultarse, para calentarme en las noches frías y para iluminarme en los días celestes, para irradiar todo el amor que recibo, especialmente de los dos soles más grandes que tengo en este universo: mis dos maravillosos hijos a quienes debo toda la fuerza que yo no sabía que habitaba en mí.

Gracias AP por tu regalo. En el momento que me diste la libreta amarilla fue un agradecimiento genuino porque es muy bonita, pero el día de hoy el agradecimiento es profundo y eterno porque sin querer queriendo desataste un mundo interior que pedía a gritos salir y ser compartido con todo aquel que desee leer…

Hasta el 2025 queridos lectores… nos reencontraremos a la vuelta del calendario…

Foto propia

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