Estaba hace algunos años en la playa en medio de una conversación casual con un amigo y de pronto me lanzó la frase “tú eres la de la historia de éxito” comparándome con el difunto.
La frase me impactó y me pareció inverosímil porque en ese entonces, a pesar de lo que manifestaba “for export”, por dentro estaba convencida de que el difunto era un hombre exitoso y yo no.
La frase entonces la registré y la archivé en una esquina de mi cerebro. Y me olvidé.
Cuando me quedé sola luego del huaico, pensé que el mundo se acababa porque estaba segura de que no sería capaz de sobrevivir haciendo frente no solamente a los temas emocionales que eran devastadores, sino a los económicos que eran superlativos.
Había estado acostumbrada, por comodidad e inseguridad, y también debido a la luz de gas con la que me envolvía el difunto, a depender de sus decisiones. Él decidía todo lo económico porque era economista, el “más inteligente”, el “más hábil”, el “mejor de los dos”, el “exitoso” de la familia.
Yo sólo era una traductora, que trabajaba como secretaria en una empresa, y madre de familia. En mi juventud había soñado con ser traductora de obras literarias en una editorial española, pero ese sueño había sido aplastado un poco por la demoledora situación política y económica de mi país en los 90 que me empujó muy joven a ser el único sostén de mis papás y otro poco por falta de impulso personal, de manera que me convertí en subempleada y empecé trabajando en un crucero limpiando cabinas para luego dedicarme al trabajo administrativo, cosa que hago hasta hoy.
Los idiomas y mis habilidades me llevaron a conseguir trabajo, no una sino dos veces, en una de las mineras más importantes de mi país que se ubica entre las diez minas más grandes del mundo. Recuerdo que cuando estaba buscando trabajo, el seleccionador me preguntó dónde quería entrar (ya había rechazado ofertas de reemplazos porque quería algo permanente) y yo respondí con toda la seguridad del planeta: en esa minera. Y así fue. Luego de muchas entrevistas fui seleccionada. Trabajé por 7 años, renuncié para ir a vivir al extranjero, y me volvieron a llamar de regreso cuando volví a mi país.
No tengo línea de carrera; eso estuvo claro desde el día uno, pero he aprendido a gustar de lo que hago, trabajo con un grupo humano extraordinario, conocí a una de mis mejores amigas ahí, gano lo suficiente, lo cual me permite vivir sin preocupaciones.
Entonces, volviendo a “tú eres la de la historia de éxito”, qué cierto fue lo que me dijo mi amigo, y qué injusta fui conmigo misma durante muchos años.
¿Qué es el éxito? ¿Ser CEO? ¿Ser vicepresidente? ¿Ser gerente? Claro que sí! Pero no es sólo eso y aquél era mi error porque yo pensaba que sí.
Hoy sé que ser exitosa también es haber criado dos hijos espectaculares, no deberle dinero a nadie, ser honrada, ser decente, ir a dormir todos los días en paz, ser respetada, que me quieran, saber tomar decisiones, ser la fuente de ingreso de otras personas que han podido mejorar su vida gracias a mí…
En resumidas cuentas, ser exitosa es ser feliz, estar complacida con el reflejo que me devuelve el espejo y sonreír porque cada día alcanzo pequeñas e invalorables metas, porque pude salir de la oscuridad y dar luz a mi hogar, porque mis hijos no tuvieron que cambiar de universidad y pudieron terminar sus carreras, porque los pequeños grandes lujos que me doy y que le doy a mi familia, son fruto de mi esfuerzo…
Yo soy la de la historia de éxito! Y tú? Qué reflejo te devuelve el espejo? Te gusta? Te sientes complacid@ con lo que ves? Entonces ya somos dos los de la historia de éxito!!!
Foto tomada de Pinterest
