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88. Hace 30 años en mayo

Hace 30 años en mayo era joven y bella. Hoy, aunque lo sigo siendo, mucha de aquella lozanía, frescura e inocencia ha desaparecido y ha dado paso a una madurez calma y reflexiva.

Hace 30 años me enrumbé feliz hacia una de las más grandes aventuras de la vida junto al que creí sería mi compañero eterno. Hoy no me arrepiento de esa decisión porque fue tomada desde el corazón y dio origen a mi familia, y dio vida a mis dos maravillosos hijos.

Hace algunos años fue muy duro enterarme que aquel compañero se arrepintió amargamente de haberse casado conmigo. En ese momento yo no tenía las herramientas para entender que esa persona, por sus carencias, era incapaz de dar buen amor. Hoy siento mucha lástima de saber que el arrepentimiento lo domina y no deja espacio en su alma para abrazar sus decisiones y sentirse orgulloso de ellas.

Hace 30 años fui feliz con poco, no solamente en lo material, sino en la reciprocidad del compromiso y afecto. Hoy entiendo que nuestros caminos se fueron distanciando porque nuestros valores no eran los mismos y, por ende, no podíamos remar hacia el mismo puerto.

Durante 22 años cada grito, cada falta de cariño, cada mezquindad, fueron trazando un surco cada vez más ancho y profundo, provocando una peligrosa danza al borde de abismos insondables y angustiantes que fueron desintegrando los lazos que una vez nos unieron. Sin embargo, hoy elijo recordar la hermosa sensación de plenitud y esperanza con la que inicié esa aventura. Hago las paces con esa mujer que creyó en ese proyecto y que perdonó demasiado a lo largo de los años. No la culpo. La he perdonado hace mucho.

Hoy me siento liviana y en paz, y aunque mi juventud obviamente luce diferente a mi yo de 25 años, me gusta el resultado del camino recorrido. Los surcos han desaparecido bajo el manto mullido de alfombras multicolores tejidas a pulso y con paciencia. Las lágrimas de desesperanza provocadas por el huaico han sido sustituidas por cuantiosas dosis de risa y felicidad. La bruma de la traición se ha desvanecido y ha comenzado a dar lugar a los buenos recuerdos porque ¡claro que los hay! y sería muy mezquino de mi parte negar su existencia.

Hoy puedo repasar en paz y con cariño aquellos 26 años de vida en común y la dicha que siento al no tener ganas de llorar es indescriptible; el maleficio finalmente se ha roto.

Pero no te confundas. Sigo pensando que el perdón no se le otorga a aquel que no se arrepiente. Eso de perdonar unilateralmente es un concepto vacío para mí. Tal vez funcione para personas elevadas espiritualmente y mejores que yo. Así que no, no es perdón (tal vez nunca lo haya). Es hacer las paces con mi historia, mis decisiones y mis equivocaciones. Es libertad.

Hace 30 años me casé y, como lo sentencié más de una vez, ésa es una locura que se comete una sola vez en la vida. Me quedo con lo bonito, lo tierno,  esa sensación de que el sol sólo brilla para uno, cuando la inocencia te impide avizorar las nubes espesas y negras que te tocará atravesar.

Hace 30 años yo era otra y también otro es hoy mi destino del cual soy dueña absoluta, feliz y conscientemente.

Foto: avatar creado por chat GPT

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