Ella se miró al espejo, acomodó su corbata y se puso los zapatos.
¡Qué espectacular combinación de diseño y color! Se veía muy elegante. Había repasado su discurso y sentía demasiada emoción.
Su mamá, maniática del control, había ya a esa hora ordenado toda la casa y había dejado lista una riquísima lasagna en el horno para cuando regresara.
Sobre el piano de cola, una pequeña nota en papel de color fucsia “suerte! Te amo mucho”, la cual guardó en el bolsillo del lado izquierdo del saco, cerca del corazón.
El día había amanecido luminoso y con fuerte aroma a chocolate, así que no había sido difícil salir de la comodidad de su cama.
Tomó un par de sorbos de café con leche, miró su reloj y vio que aún faltaban tres horas para la charla. Sin embargo, decidió salir rumbo al teatro para poder subirse al escenario antes que llegara el público para ensayar su discurso a solas y en paz.
La calle la recibió contenta de verla. Hacía mucho no salía de su casa. Últimamente se sentía mejor en la soledad de su habitación, rodeada de sus recuerdos, apretando las teclas de su laptop con una furia que no sabía de dónde provenía. O quizás sí lo sabía.
Hizo una venia imperceptible al sauce llorón y también al viejo roble, y subió a su carro. Encendió la radio y pisó el acelerador.
Además de la lectura, la música siempre había sido un refugio donde podía ser ella, sin esconderse, así que se dejó llevar por la melodía suave que escogió para su camino.
Tan pronto llegó al teatro, las mariposas en la barriga empezaron a revolotear y el aire a escasear. Hizo entonces sus ejercicios de respiración que tantas veces la habían salvado de la angustia y ansiedad. Cerró los ojos y cuando los hubo abierto de nuevo, como por arte de magia, la calma había retornado. Pudo entonces ensayar su discurso e imaginar las caras y reacciones del público que aún no conocía y que no tardaba en llegar.
La charla empezó en punto, el público fue muy respetuoso y escuchó con silencio de misa todo lo que tuvo que decir. Faltando unos minutos para terminar su presentación, calló. Observó cuidadosamente las caras expectantes y alcanzó a escuchar algunos corazones palpitantes, que así como ella, seguían vistiendo saco y corbata para evitarse incomodidades. En ese momento entendió la importancia de su decisión y ya no tuvo miedo. Decidió que había otras formas de ser, decidió que dejaría de dar explicaciones que a nadie le importan, decidió que se quería parecer a su mamá, decidió que no tenía por qué avergonzarse de a quién amaba, ni de cómo lucía, decidió que sólo tenía una vida y que la viviría con intensidad y honestidad, y que lucharía para que nadie más tuviera que esconderse de su propia felicidad.
Y de pronto, un estruendo de aplausos inundó la sala, todos se pararon, los rostros salpicados de lágrimas y risas, los ojos llenos de gratitud y esperanza.
Sólo entonces comprendió que no había callado, que había sido capaz de decir todo eso en voz alta inspirando a su audiencia y comprometiendo a todos los presentes a ser honestos consigo mismos.
¡Feliz mes del orgullo con profunda admiración y respeto para todos los valientes desclosetados!
Atte, su aliada incondicional
Cómo ser un buen aliado de la comunidad LGBTIQ+
- Escuchar
- Respetar
- Educarse
- Tener empatía
Foto tomada de www.bhavatherapygroup.com
