Allá por el año 2006, mi hijo de 6 años se alistaba a empezar el primer grado.
Era un niño inquieto, juguetón, amigable, sonriente, hablador.
Sin embargo, como nunca estaba en silencio y nunca estaba quieto, yo temía que tuviera un problema de hiperactividad. Y por eso lo llevé al psicólogo.
Luego de algunas sesiones, a las que lo acompañé pero sólo hasta la puerta, el psicólogo me dio su sentencia “Tu hijo no tiene ningún problema, pero vas a tener que tenerle muuuuucha paciencia” y el plural en la letra U fue utilizado por el médico tal cual, con una sonrisota socarrona en la cara. Yo atiné a sonreír de vuelta, sin entender a cabalidad lo que eso quería decir.
Los años junto a este hijo mío me han ido enseñando lo que el plural en la letra U significaba. Mi hijo llegó a este mundo a retarme pues en él me veo reflejada. ¡Cuánto nos parecemos! en lo bueno y en lo no tan bueno…
Hoy que es un adulto rumbo a los 30 años más bien es callado y serio. No le gusta socializar y prefiere la quietud de su habitación. Pero es intenso como yo. Apasionado como yo. Justiciero como yo. Resentido como yo. Generoso como yo. Honesto como yo. Respondón como yo. Trabajador como yo. Rencoroso como yo. Emotivo como yo.
Y yo, que me caracterizo por una gran paciencia (insertar aquí otra sonrisa socarrona) he recibido con este hijo un gran desafío porque lo que más debo tener con él es justamente eso paciencia…
Ambos sabemos nuestros límites, pero a veces nos olvidamos de observarlos y los transgredimos.
Y cuando eso pasa, yo sé reconocer mis yerros y pedir disculpas de manera sincera, pero a él le cuesta. Y ¡qué paciencia necesito tener para capear esas circunstancias!
La vida va pasando y nos va moldeando de acuerdo a las vivencias que tenemos. Por eso, aunque extraño a ese hijo hablador y revoltoso que fue de niño, entiendo que esa fase ha terminado y valoro el hombre honesto, decente y bueno en el que se ha convertido. Doy gracias a la vida y me siento orgullosa de él.
Por mi lado, si la vida me alcanza, envejeceré, me olvidaré de las cosas, me comportaré nuevamente como una niña, me volveré caprichosa y majadera, y entonces ese hijo mío tendrá que buscar en su corazón los recuerdos y las vivencias que lo hacen amarme, no sólo por ser su mamá, sino por el ser humano que soy.
Y cuando lo descubra, estoy segura de que un largo rosario de Ues en plural saltarán a su rescate y le darán la paz mental necesaria para lidiar con los límites de nuestra escasa y escurridiza paciencia…porque en eso también nos parecemos…
Foto tomada de aostatherapy.com
