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66. Metaverso

Dice Google: “El metaverso es un mundo virtual al que nos conectaremos utilizando una serie de dispositivos que nos harán pensar que realmente estamos dentro de él, interactuando con todos sus elementos. Será como teletransportarse a un mundo totalmente nuevo a través de gafas de realidad virtual y otros complementos”…

Es maravilloso ser testigo en primera fila de la evolución tecnológica. Los de la generación X crecimos con televisor en blanco y negro que tenía  antena de conejito y un control remoto de sólo 2 botones; máquinas de escribir donde tenías que volver a tipear todo si te equivocabas; longplays de 30 y 45 revoluciones en los que había que posar la aguja en la canción elegida; teléfonos donde marcar el 9 era una agonía porque había que esperar una “eternidad” para que el dial regresara al punto original y poder marcar los siguientes números; cartas, estampillas y correo que demoraban mucho en llegar a su destino; casettes que había que adelantar y retroceder para escuchar tu canción y a los que hacías girar con un lápiz; fax para enviar comunicaciones a otras oficinas o ciudades; cámaras fotográficas con las que tenías que pensar muy bien cuáles fotos tomar para que te alcanzara el rollo; guías telefónicas para buscar los números de gente y empresas; enciclopedias para buscar todo aquello que no sabías; mapas que te tapaban la cara e interrumpían la visión del conductor al que tratabas de ayudar; y un largo etcétera.

¿Cómo hubiera sido la experiencia si a mis 10 años se me hubiera permitido adentrarme en el metaverso del siglo XXI? Sin duda alucinante y muy tentadora. ¿Tipear todo lo que quiera y corregir todo lo necesario antes de imprimir? ¿Tener cientos de canales para ver miles de programas? ¿No tener que esperar una semana para ver el siguiente capítulo? ¿Tener acceso a toda la música del planeta? ¿Tener toda la información en mi celular? ¿Hacer videoconferencias? Uffff. Sin embargo, la gracia de tener ahora todo eso, habiendo tenido muy poca tecnología durante las dos primeras décadas de mi vida, creo que me hace disfrutar más de todo lo que tengo a mi alcance y creo que lo valoro más que aquellos que nacieron en la carretera virtual.

¿Y si al nacer los hijos, tuviéramos la tentación de verlos como nuestro propio y pequeño metaverso? ¿Y si ese ser tan diminuto e indefenso que nos mira como a su héroe y modelo, y que llega a nosotros puro e inmaculado, se convierte casi sin querer queriendo con el paso del tiempo en la esperanza de enmendar la plana, de estudiar esa carrera, de formar esa familia, de vivir en ese país, de llamarse como yo?

Lamentablemente, no a pocos hijos en todo el globo les imponen religiones que no les llenan el alma, profesiones que no quieren ejercer, amistades que los aturden, tradiciones que los dañan… aún ahora en el siglo XXI, que es el metaverso de los 70s y 80s, sucede…

La realidad de los hijos es diferente a la tuya. Vienen de otro lado y van hacia otro rumbo. Hay que dejar que recorran su propio camino. No les puedes enseñar todo ni preocuparte eternamente de su futuro tratando de que hagan lo que tú consideras correcto. Tal vez nos hemos equivocado desde siempre y tal vez a través de los hijos aprendamos a vivir mejor…

Las cartas están echadas. Ellos tienen el derecho de equivocarse y enmendar. Tú les darás contención y amor, pero deberás aprender a confiar en que los cimientos son sólidos y que sobre estos tus hijos crearán sus propios destinos en el metaverso del cual serás sólo un espectador, a ratos, cuando ellos te inviten a visitarlo.

Y en esos fugaces momentos de reunión casi virtual podrás conectarte y aterrizar en su mundo. Será como teletransportarte a un planeta totalmente nuevo a través de las gafas de una paternidad generosa que te permitirá interactuar y, lo más importante, conectar con ellos, manteniendo prudente distancia para luego regresar a tu rincón desde donde esperarás con ansias el nuevo encuentro mientras sonríes de satisfacción, orgullo y tal vez una poca de nostalgia.

Crédito de la foto: Dreamstime.com

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