La felicidad puede estar escondida tan a la vista a veces, como cuando vas en el carro con tus hijos veinteañeros escuchando su música, fumando un cigarro y riendo de tonterías…
Y se te hace un nudo en la garganta de purita dicha. De agradecimiento. Y dices ¡esto es la vida! ¡esto es real! Gracias a Dios, a la vida, a Buda, al universo, a quien tú quieras, pero ¡Gracias!
Recuerdas entonces la inolvidable canción de Mercedes Sosa y validas cada verso. «¡Gracias a la Vida Que Me Ha Dado Tanto!»
Y te enterneces recordando cuando ellos iban en el asiento trasero en sus sillas de bebé. Totalmente dependientes. Y fue justamente en esa época cuando se crearon esos lazos tan fuertes e indestructibles. Tus hijos son la fuente de la vida. Ese empuje y la razón de tu motivación.
Valóralo. No lo des por sentado. No durará por siempre. Ellos harán su vida y claro que estarás presente, pero de diferente manera.
Por eso, ahora que tienen 20, aprovecha, comparte, escucha su música, préstales atención, departe con sus amigos y enamorados. Atesora y no dejes pasar ese destello de vida que se cuela entre los espacios que te dejan libres tus múltiples ocupaciones…
Foto: kmberggren.com