No, no lo fui.
Seguramente muchas veces fui engreída y resentida. Pero lo que me faltó en madurez, lo compensé con una lealtad a prueba de balas.
Seguramente muchas veces fui malhumorada e impaciente. Pero lo que me faltó en buen carácter, lo compensé con una dedicación absoluta.
Seguramente muchas veces fui exigente y maniática. Pero lo que me faltó en tranquilidad, lo compensé con un amor tangible, cariñoso, real y sincero.
Seguramente muchas veces di portazos y me exalté. Pero es que yo no sabía que esa era la verdadera intención del difunto: hacerme pisar el palito y tener que vivir con esa permanente sensación de estar pisando huevos.
Seguramente tuve muchas dudas e inquietudes. Pero no les di la oportunidad de salir a flote. Callé mi intuición, al punto de desaparecerla. Estaba convencida que mi misión al lado del difunto era ayudarlo a ser una mejor persona. No me daba cuenta que él no deseaba serlo.
Seguramente para cualquier otro hombre yo hubiera sido una esposa genial. Pero lo que me faltó en reconocimiento, lo compensé diciendo las cosas claras en el momento justo, como por ejemplo “soy mucha mujer para ti”.
Seguramente debí haberme tenido más amor propio y no tolerar a mi lado a una persona que no estaba a la altura, pero lo que me faltó en un hombre de verdad, lo compenso ahora escribiendo estas líneas para que tú las leas y empieces hoy a amarte a ti mism@ antes que a nadie más!!!