Soy una de las pocas personas afortunadas que todos los días van a su trabajo contenta.
A pesar de no trabajar en lo que estudié, es decir a pesar de ser sub empleada, mi trabajo me trae muchas satisfacciones.
Además del bendito sueldo mensual que me permite cumplir con mis obligaciones, me gusta lo que hago, pero sobre todo me gusta la gente con la que convivo de lunes a viernes de 8 a 6.
Llegué a esta oficina hace casi 20 años, muy asustada porque se trataba de una compañía muy importante aunque en ese entonces era sólo un proyecto.
Me recibió una mujer joven sumamente amable que me enseñó todo lo que necesitaba saber para arrancar. Ella, “muy a su pesar”, es mi amiga. La quiero mucho. Es una mujer muy profesional, auténtica, alegre. Actualmente la veo poco, pero su afecto está presente siempre.
Aquí hice entrañables amistades. Encontré a mi team. Un grupo de mujeres extraordinarias que todos los días practican la sororidad de una manera espectacularmente afectuosa.
Están también mis choclonas que todo el día me hacen reír y hacen que el día a día sea amable, bonito, colorido.
El corredor del pueblo, como me gusta llamar a los cubículos cerca a mi sitio, está lleno de gente generosa, servicial, respetuosa y de risa fácil.
Pero en las periferias de mi corredor también hay gente linda. En realidad por donde vaya se siente la buena vibra y el cariño.
Mi jefe es un caballero y un papá cariñoso; su familia es un ejemplo de unidad. Las charlas con su esposa cuando nos invita a su casa son súper enriquecedoras.
En estos casi 20 años tuve que despedirme de muchos amigos que emprendieron otros rumbos y para ellos también van estas líneas porque siguen siendo parte de mi corazón.
Tal vez el trabajo que hago no me lleve al estrellato profesional pues no hay dónde ascender, pero tengo tanta gente querida a mi alrededor que brilla con luz propia en mi oficina, y en otras oficinas, que siento que esa luz me alcanza para sentirme iluminada yo también.
En esta oficina encontré dos personas a las que siento como mis hermanos, con quienes he departido tantas alegrías y tristezas, que me han sostenido con su amor y quienes ocupan un enorme espacio en mi corazón.
En esta oficina encontré solidaridad cuando estuve en problemas. Me ayudaron incondicionalmente y me dieron aliento.
No sé si exagero cuando pienso que debo ser de los menos que tienen eso en la oficina. Aquí soy feliz. Es mi segundo hogar.
Cuando hace 12 años tuve que partir porque me iba a vivir a otro país, el desconsuelo que sentí fue mayúsculo (igual que cuando otro jefe muy querido se despidió de mí porque dejaba la oficina). Nunca me imaginé que la vida me permitiría la dicha de volver!
Gracias familia de mi oficina por soportar mis excentricidades en mis gustos y disgustos en temas de comida, por entender que nunca seré diplomática o políticamente correcta, por tratarme con cariño, por respetarme, por confiarme sus penas y preocupaciones, por los puchos, por los vinos, por entender mis tristezas y celebrar mis alegrías.
Gracias amigos porque gente como ustedes, así no más no hay en el mundo y yo tengo la dicha de que habiten en el mío!
Ilustración: Friends and Buddies by Georgina Hart