Nos ha tocado vivir una dura prueba. Renunciar a la vida a la que estamos acostumbrados no es sencillo. Reducirse a la mínima expresión de independencia y movilidad nos frustra. Pero para mí, sobre todo, sentir a la muerte rondando me aterra.
Me siento indefensa ante este enemigo invisible y no sé en qué momento podría tocar a mi puerta. Me aterra transportarlo y contagiar a mis hijos o, peor, a mi mamá que está muy débil en estos días.
Hace tres años nos enfrentamos a los huaicos provocados por las lluvias, pero al menos en esa oportunidad era un enemigo tangible, visible y pasajero. Vino arremetiendo contra las casas bajando los cerros, las cubrió de lodo y se fue.
Este enemigo de hoy parece decidido a quedarse entre nosotros y es un enemigo omnipresente que está en todos los continentes.
Me espanta por eso escuchar a líderes de países enormes y poderosos llenos de ignorancia, petulancia e indolencia.
Me indigna ver que la gente no hace caso de las medidas dictadas, que hacen quedar a sus empleados por comodidad, sin pensar que ellos tienen tanto derecho como cualquiera de quedarse en su casa.
Me revienta la sociedad mezquina, ignorante, indisciplinada.
Me irrita que la gente aplauda a los uniformados que se exceden y cometen abusos.
Me enfurece que incluso en este contexto de brutal peligro, los personajes públicos y los grandes empresarios siguen siendo mezquinos y no reconocen los grandes esfuerzos del gobierno de turno para contrarrestar las bajas.
Pienso entonces en todos aquellos que día a día sobreviven y que se han quedado sin lo poco que les ayudaba a mantener sus olvidados hogares anclados en una loma, sin agua, con techos improvisados para una familia numerosa y hambrienta.
Mi corazón está con todos aquellos que sufren violencia familiar, física o psicológica, adult@s y niñ@s, y que ahora se ven obligados a compartir 24/7 con el/la agresor(a). Doy gracias de que en mi hogar ya no haya agresor. ¿Cómo serían nuestros días con el difunto bajo el mismo techo en estas circunstancias? ¿Cómo pasan los días los que sufren abusos?
Definitivamente ésta es una gran oportunidad de reflexión para todos nosotros. El universo nos está hablando claro y fuerte con este virus. Nos está pidiendo que paremos. Que lo cuidemos. Que seamos solidarios. Que nos reinventemos. Que tomemos decisiones en nuestro núcleo más íntimo. Que evolucionemos como sociedad. Que si tenemos un celular que funciona bien, no necesitamos ir corriendo a comprar el nuevo modelo que han lanzado. Que si nuestro closet está lleno, no necesitamos comprar más ropa. Que nuestra cocina debe tener todo lo que necesitamos, pero debemos comprar lo necesario para no botar comida al tacho.
Los que tenemos un trabajo fijo somos afortunados y entonces en estas circunstancias adversas podemos re descubrir la alegría de compartir en familia, jugar juegos de mesa, seguir cursos virtuales, conversar con los amigos, leer, escuchar música, ver Netflix. Todo eso que nos es negado cuando la vorágine del día a día nos consume las energías. Yo veo que mi pelo está más sedoso, las uñas no se me rompen a pesar que estoy lavando más ollas y platos que en toda mi existencia junta, no siento agotamiento, me siento liviana de espíritu.
Extraño salir, ir a trabajar, estar con mis amigos, mi independencia y libre albedrío, claro que sí. Pero no puedo negar que he descubierto que necesitaba esta pausa.
Entonces amigos, si sus necesidades básicas están cubiertas y su máxima preocupación es el encierro, los invito a observar a su alrededor. Ya verán que su hogar esconde múltiples rincones por explorar, que su mente puede ejercitarse con variopintas actividades, que su cuerpo está agradecido de vivir sin stress ni smog, que los miembros de su familia son personajes interesantes y divertidos, que la tecnología está al alcance de un dedo para comunicarse con quien quieran, en fin, que la vida sigue allí, sólo que tras un escaparate diferente y retador.
No quiero acabar esta entrada sin agradecer con emoción y efusividad a todas aquellas personas que están trabajando mientras nosotros nos quedamos en casa, combatiendo el virus, cuidando el orden sin excesos, limpiando las calles, atendiendo a los enfermos (humanos y animales), proveyendo los productos alimenticios y de salud, y un largo etcétera. Espero que seamos dignos de su entrega y sacrificio siendo mejores personas cuando seamos libres otra vez.