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La Justiciera

Imagino que, como la mayoría, tengo muchos defectos y no menos virtudes.

Sin embargo, una característica que me acompaña desde que nací y que está en mi núcleo es, según un test que hice alguna vez, “defensora” y que yo más bien llamo “justiciera”, y que algunas veces es positiva y otras no tanto.

La pasión que acompaña mis miradas, mis dichos y mis acciones hace que tenga muy poca tolerancia a todo aquello que me parece injusto, no sólo conmigo y con quienes me rodean, sino con todos aquellos grupos minoritarios.

Por eso soy aliada de todas las comunidades que sufren discriminación y me molesta sobremanera escuchar adjetivos que ofendan a las personas por su raza, color, género, preferencias sexuales, situación económica, y un largo etcétera.

Sé perfectamente que no soy dueña de la verdad ni pretendo serlo (de lo único que soy dueña es de mi destino). Tampoco deseo que la gente piense igual que yo, sin embargo mis gestos (especialmente mis ojos) siempre delatan mi disconformidad con todo aquello que considero que dista mucho de ser justo.

Cuando era chica, mi mamá siempre me decía que no debía molestarme cuando alguien decía algo falso acerca de mí. Sin embargo, eso era lo que más me molestaba y me dolía. Y debo confesar que aún hoy es lo que más me indigna.

Y por eso he terminado amistades y relaciones que me demostraron que no me querían, ni respetaban, ni conocían… es decir, que no me hicieron justicia…

Como aquella ex amiga hace muchos años atrás que me acusó de desleal por quitarle, según ella, una oportunidad laboral; yo sería incapaz de hacerle eso a nadie, mucho menos a alguien que quiero. Infeliz acusación que sepultó una relación muy bonita.

O como aquella otra ex amiga que en la efervescencia de temas políticos de hace 2 años me dijo “cuando te quedes sin trabajo hablamos”. Infeliz comentario que me la pintó de cuerpo entero y que yo no merecía; además de que permitió que muchos de sus contactos arremetieran contra mí por decir que votaría viciado; amistades así no necesito por mucha historia que tengamos juntas. Gracias, pero paso.

Y así como me defiendo en los temas personales, menudos problemas que me he ganado por defender a quien no quería ser defendido o en ocasiones que no me correspondía.

Como hace algunos años cuando intercedí por una sobrina ante su mamá y me gané un grito innecesario e irrespetuoso que hasta hoy recuerdo con amargor.

O como cuando no se portaron bien con alguien a quien yo le tenía mucho afecto y salí en su defensa, o como cuando le hablaron en una forma incorrecta a otra persona muy cercana que no merecía ser humillada en público y levanté mi voz de protesta.

Justiciera, me han dicho alguna vez, y casi lo sentí como un insulto e incluso solté algunas lágrimas.

Pero pensándolo bien no es un insulto, es una característica que me define, que en ocasiones debo disimular porque no me corresponde decir o hacer algo, pero que está allí expectante, esparciéndose por mis venas y que hace latir mi corazón muy fuerte cuando me identifico con una causa personal o comunitaria que me conmueve y me impulsa a levantarme, ser solidaria y tomar acción.

“Es cosa fácil ser bueno: lo difícil es ser justo” (Victor Hugo)

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